jueves, 17 de abril de 2008

Ensayo 2

 

Siempre en silencio

Yo no lo sé de cierto, pero dice Jaime Sabines que todo se hace en silencio, como se hace la luz dentro del ojo. El amor une cuerpos. En silencio se van llenando el uno al otro. El amor es el silencio más fino y es que el amor, no emite sonidos, es suave y confortable. Y si se siente, se siente sin saberlo.
    Cuando Eros va con Júpiter para proclamar su amor por Psique y pedirle que los una para siempre. Júpiter, el eterno romántico, le dice, “Cuando el amor físico y el alma están unidos, ni siquiera los dioses lo pueden separar”. Y para que ellos puedan ser marido y mujer, hace que Psique beba de la ambrosía celestial, que transforma a los mortales en inmortales.
    Como en los cuentos de princesas, en este mito griego, el amor y el alma superan el obstáculo de la mentira, de la soberbia, de la envidia, de la curiosidad, para llegar al final feliz: la boda. Sin embargo, el amor no se consuma en la boda, pues no es la boda el final feliz, sino el inicio feliz. Es el principio del amor, y se consuma cuando se vuelve silencioso, inmortal. Cuando no es cuestión de materia sino de espíritu. Ni el grito de gozo, ni el llanto apasionado. Cuando no es sacrificio, ni sufrimiento, ni sumisión, sino entrega correspondida; un hogar, donde puedes ser simplemente tú, sin censura. El amor va a bordo de un barco de cosas simples, conquistando lo importante. Supera toda su parte mortal, y trasciende en equilibrio, unión, y lucidez, sorprendiéndose ante los pequeños milagros que constituyen la vida misma.
    Sin duda en el amor, uno deja de pensar en sí mismo, pero no por ceguera, sino como un desprendimiento lúcido, inevitable y seguro: dejo de ocuparme de mí, y me ocupo ti, porque tengo la certeza de que tú, te ocuparás de mí. Siempre en silencio.

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