Prólogo
Hace poco me dio por pensar otra vez en mis abuelas, bisabuelas y tatarabuelas en la clase de mujeres que fueron. Qué épocas tan lejanas y distintas a la mía vivieron. Entonces, recordé haber visto en mi niñez a mi abuelo Eduardo, grabando con su hermano Moncho (Ramón), los poemas de su madre (mi bisabuela, quien, según mi madre, se llamaba a sí misma "Lola la sola"). Yo recordaba de memoria uno de esos poemas pues lo había escrito en una libreta. Ya no tengo la libreta, pero le pregunté a mi tío Lalo si recordaba aquel casete e inmediatamente lo recordó y me dijo que tal vez estaba por ahí en alguna caja en su casa.
Fue una sorpresa que poco tiempo después me lo mandara. Le llamé a mi amigo Diego Benlliure (entre otras cosas, experto en esto de los audiolibros, la musicalización de películas, etc.) para preguntarle si podía pasar esa grabación a MP3 y me dijo que necesitaba una grabadora. Conseguí en internet un aparatito maravilloso que reproduce el casete y lo pasa a un USB en formato MP3. Metí emocionada el casete y me alegré de que se escuchara, pero al querer regresar la cinta se despegó.
Fue
Diego Benlliure quién se encargó de la cirugía. Rompió el casete original, y
con otro casete virgen con tornillos que conseguí en internet hizo el
trasplante de la cinta, y luego con el aparatito realizó el cambio de
formato.
Gracias, Lalo, por guardar tantísimos años el casete. Y gracias, Diego, por rescatarlo.
Cancún, Q. Roo, 20 de noviembre, 2025
Recordando
Dolores Lacávex Coca
Recopilación de Ramón Eggleton Lacávex y Eduardo Eggleton Lacávex, enero 1978
Si
arrancarme pudiera*
Si arrancarme la vida yo pudiera
Y descansar junto a tu tumba amada
Con cuánto gusto, madre mía, lo hiciera
Pues ya me encuentro débil y cansada
He buscado del mundo las delicias
Y tan solo he encontrado desengaños
Me hacen falta, hoy madre, tus caricias
Al sufrir lo triste de mis años
Mas ya el eterno te quitó la vida
Al llevarte a celestial mansión
Envíale a tu hija, madre querida
Tu maternal y santa bendición.
Goce
Yo gozo cuando veo
Allá en el alto cielo
Las blancas estrellitas
De pálido brillar
Quisiera que quisiera
Para tender el vuelo
Y entre esos bellos astros
Poder siempre habitar
Vagar sobre las nubes
En noches silenciosas
Después junto a la luna
Tranquila descansar
Y ver cómo se ocultan
Al rayo de la aurora
Las blancas estrellitas
de pálido brillar
Allá donde del hombre
No llega la mirada
Y solo se contempla
La mano del señor
Donde es inmenso
Todo inmenso
Como nada
Allá donde no llega
La pena ni el dolor
A mis hijos
Cuatro son los hijos que Dios me ha dado
En cuatro tengo el corazón partido
Muchas veces con ellos he llorado
Otras muchas con ellos he reído
Y esas cuatro doradas cabecitas
Que una a una en mis brazos he arrullado
Con sus blancas y suaves manecitas
El llanto de mis ojos han secado
Ellos son para mí dicha y tormento
Me dan penas y causan mi alegría
Y al apartarme de su lado siento
Que me falta algo de la vida mía
Cuando los llevo al templo
Y de rodillas hacia el altar elevan su mirada
Brota de mis labios la plegaria
Que quisiera señor que escucharas:
Señor, si alguna de estas almas inocentes
Se ha de convertir en un malvado
Vuélvelo a ti, señor, en ese instante
Que para ti tan solo lo he creado
Calle
Palma, Tampico
En una pagua de la colonia
sobre una rama cantó un gorrión
Aquí vivieron los Eggleton
A todo grito dice un perico
Esos se fueron ya de Tampico
Entre el zacate canta una rana
Los Eggleton vuelven mañana
Qué mentirosa, rana asquerosa
Dice zumbando un chuparrosa
La polla canta cua-ra-cua-cuá
Los Eggleton no vuelven ya
Y así charlando por los corrales
Pasan el rato los animales
Una gallina los escuchaba
Qué hondo sufrir se le escapaba
Por qué se fueron ya mis pollitos
Si apenas salen del cascaron
Calor les daba yo con mis alas
Amor les daba mi corazón
Alzando luego su cabecita
Miró envidiosa a aquel gorrión
Que si quisiera volar pudiera
Ver a sus hijos del corazón
Consejos
a una niña*
Óyeme quieta, niña querida
Y pon cuidado a mi narración
Esta historieta jamás olvida
Guárdala siempre en tu corazón
Era una niña, linda, muy linda
Pero la suerte no la premió
Como a ti, muy pequeñita
su mamacita se le murió
Sola en el mundo quedó la niña
Sin un amparo sin un amor
Solo desprecio fue recogiendo
Siempre llorando por su dolor
Pero a los cielos alzó los ojos
Pidiendo a la madre del Salvador
Que esa noche del crudo invierno
Le diera casa comida y calor
La pobre niña no tuvo hogar
Colocó sus manos sobre su pecho
Y de este modo se puso a orar
Oh, Virgen Santa, dame un consuelo
Dame un asilo dónde dormir
Por el niñito Dios te lo pido
Que no me dejes tanto sufrir
Por su inocencia, por su pureza
La santa madre su ruego oyó
Y vino un ángel y entre sus brazos
Hasta los cielos se la llevó
Al otro día, día veinticinco
De ese diciembre triste y helado
Un cuerpecito lleno de nieve
En una calle yacía tirado
La gente mira y detiene el paso
Y todos dicen a una voz
La pobrecita murió de frío
Ya está gozando del niño Dios
Me oyes, niñita, así yo quiero
Que siempre sufras con gran valor
Que así tus rezos vuelen al cielo
Hacia la madre del Salvador
Que aunque en el mundo
Todo te falte
No desesperes en tu dolor
Que hay una madre
Madre divina
Que te dará casa, pan
y calor
Recordando
Qué triste y sola me paso las horas
el llanto en mis ojos comienza a brotar
Y vienen recuerdos de tiempos extraños
Y enjugando el llanto empiezo a pensar
Yo fui aquella madre que arrulló en sus brazos
Los cuatro pedazos de su corazón
Y fue la gallina que crio a los pollitos
Y miró envidiosa a un pobre gorrión
Reí con sus risas, sufrí con su llanto
Porque fueran buenos le rogué al señor
Después el destino me los fue alejando
Y lloré en silencio mi inmenso dolor
Y de tantas cosas que fui recordando
Hoy solo me queda por toda ilusión
Los cuatro retratos que estoy contemplando
Y tengo grabados en mi corazón.
*Estos dos poemas los escribió cuando apenas era una niña y Consejos
a una niña fue una tarea de la escuela que le valió un reconocimiento.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario